Juchitán, una pequeña ciudad del Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, ha sido por años y años, cuna de artistas catapultados a la fama mundial. Desde Francisco Toledo hasta Francisco Lopez Monterrosa, la pictórica juchiteca ha logrado traspasar fronteras e insertarse en la palestra mundial del arte típico, serio y cualitativamente superior como genuino e ilustrativo.

  Pero es tal vez Monterrosa, la expresión Juchiteca del arte mundial con mayor intensidad polémica, escandalizante e irreverente. Su estilo subrealista es a la vez impactante, arrollador e irrepetible. Una obra de Monterrosa no se parece a ninguna. Ni siquiera a la de los maestros del estilo,  de los cuales bebió su sabia y se encargo de diseminarla, mundialmente,  con indiscutible personalidad.

  Monterrosa es por tanto artista Universal en temáticas de franca alegoría a una arista dual en la condición humana y su eterna sexualidad. No es arte homosexual barato ni grosero lo que encontraremos en todo el derrotero de su obra. Adentrarse en la obra de Monterrosa no es mas que un camino gráfico para comprender por qué  en el ser humano pululan las dualidades y nada mejor que exteriorizarlos como parte de la creación divina. Si bien la historia del arte gay, si es que asi puede etiquetarse la obra Monterrosiana - lo cual creo que va mucho mas alla- , tiene antecedentes  en México como Antonio Ruiz, el Corcito y en Estados Unidos como Andy Warrol , por ejemplo, la originalidad de nuestro pintor juchiteco, es totalmente inigualable e inimitable porque lo que se propone en este caso es una obra muy profunda,  matizada con todo el misticismo y el realismo mágico de una Región istmeña mexicana como Juchitán

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